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jueves, 6 de octubre de 2011

Listilla, pícara... mil formas de llamarlo

Bueno bueno, después de una larga charla con la casera del piso y de unas negociaciones pendientes, que por supuesto han salido beneficiosas para mí, me he acordado de varias anécdotas de mi infancia...

Cuando era una bebita, pues era algo bastante traviesa... Y una de esas travesuras fue la siguiente que procedo a compartir.
Estando en el salón de mi primera casa, mi madre planchaba la ropa mientras yo jugueteaba en el parque, ella estaba de espaldas a mí y claro yo hacía y deshacía a mis anchas...  Pues yo allí jugando, pensé, a mi estas vistas no me gustan mucho, y ademas creo que se me ha olvidado algo en mi habitación. Yo en el parque me había dedicado a hacerle dos boquetes para sacar los pies por fuera... y llevaba el parque a modo de coche picapiedra. Pero claro, eso no lo sabía mi querida mamá...
Pues yo decidí ponerme en marcha para la mudanza, mientras tanto mi madre miraba de vez en cuando hacia atrás y me veía algo mas cerca, se lo notaba en su cara de extrañeza... yo paraba cada vez que miraba, algo dentro de mí me decía que no estaba del todo bien lo que hacía, pero aun así, yo seguía con mi camino.
A la tercera inspección del territorio, mi madre se dio cuenta que el parque no estaba en su sitio, y por descontado, yo tampoco!
El susto fue un micro infarto por lo menos, pero al mirar al pasillo, allí estaba yo... correteando con el parque a cuestas hacia mi destino...
Esta es una de las anécdotas mas recordadas por la familia...

Otro día también muy sonado, fue aquella noche en la que yo me fui a dormir plácidamente con mi bata blanca de fantasma... como la solía llamar mi hermana.
Bueno, esa noche, mientras dormía, pues me entraron unas ganas locas de ir a hacer pis, pero yo quería despertarme.
Mientras mi cerebro tenía una discusión con mi cuerpo yo seguía durmiendo. Al final llegaron al acuerdo de ir al baño pero sin despertarme... y claro mi habitación era la contigua a la del baño con un tabique de por medio. Cuando salia de mi habitación giré antes de tiempo y me quedé frente al tabique empujándolo con mi frente a ver si había suerte y se apartaba....  pero eso nunca llegó a ocurrir y allí me quedé plantada y soñando quien sabe qué!
Mi padre, notó algo raro y fue a mirar y allí me encontró, dormida y empujando la pared, se percato de mi profundo sueño y solo tuvo que apartarme para redireccionar mi camino de vuelta a la cama...

Bueno os dejo una foto mía de pequeña con mi chupete favorito.

Descuido...

Hoy mientras cocinaba unos fideos chinos, me acordé de aquellos primeros meses, cuando todo era absolutamente nuevo, colores, brillos, olores que mi cerebrito iba captando y almacenando.

Recuerdo aquellos paseos, era imposible mantenerme tumbada, todo me maravillaba y todo lo tenia que observar. Con tan solo unos meses de nada, me mantenía sentada y los brazos apoyados para no caerme hacia atrás. La gente se asombraba de lo viva que era, siempre sonriendo y con escasos pelos en esa cabecita... algunas personas, algo malévolas, me adjudicaron el precioso mote de ¡Piolín!

Estando una vez en casa, recuerdo un día que empezó siendo como otro cualquiera, pero no terminó como tal. Mi madre me preparaba para darme un baño, aun recuerdo esa habitación, y mi preciosa bañerita...
Una vez lista para el chapuzón, siempre sonriente y alegre por supuesto, mi madre tenia algo en la cocina, si no recuerdo mal. Ella le pidió a mi hermana que me vigilara y cuidara de mi porque yo ya empezaba a gatear un poco. Mi hermana, como no, siempre tan pavita, comenzó a mirarse al espejo, mientras yo me dispuse a explorar el terreno. Ella seguía bailando ante el espejo cuando de pronto... Plofff! Yo, que me gustaba la natación, me imaginé montada en un precioso trampolín y me dispuse a tirarme de él a lo olímpico... ese día tuve que volver a ese lugar tan horrendo del que juré no iba a volver.

La verdad es que en ese baño tuve alguna que otra incidencia más.  Por ejemplo, aquel día, en el que yo disfrutaba en brazos de mi hermana, con mi chupete favorito. Ella me tenía frente al espejo y bailaba conmigo, pero tuve una mala combinación entre mi cerebro y mis movimientos y el chupete cayó al suelo. Pues algo tan sencillo como es agacharse para recoger un chupete, se convirtió en un martirio para mí.
Ella, un poco torpe, tal vez por su corta edad, 8 años, pues decidió que lo mas oportuno fuera agacharse sin doblar las rodillas. Esta decisión, fue algo errónea, al provocar un deslizamiento mío entre sus brazo y una consecuente caída de cabeza contra el no tan blando bidé.
Como no, tuve que hacer una visita de nuevo ese precioso lugar y tan abarrotado de gente, también llamado hospital.
Esta vez la secuela fue algo peor y unos puntos si que me dieron.

Si alguna vez pensáis que tengo ciertas caídas raras o digo alguna que otra tontería... ya sabéis el por qué.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El primer día...

Lo cierto es que un día cualquiera, sin tener nada en que pensar, pero con mil cosas en la cabeza, te ves mirando un precioso atardecer, un atardecer de los que te hace sentir afortunada de tener esas vistas tan fascinantes. Es increíble como algo tan rutinario como una puesta de sol puede repetir ese sentimiento de asombro y fascinación día tras día.  Y aquí me veo, apreciando la belleza de la vida y recordando cada capítulo de mi recorrido por este mundo tan complejo y abrumador.


Me remonto al fascinante jueves 24 de Mayo de 1990, serian cosa de las diez de la mañana y el primer llanto de mi vida comenzó a inundar la habitación. Mi madre estaba tan feliz como cansada de aquel parto, incluso me atrevería a decir que fui indecisa y tímida, me lo pensé dos veces antes de salir a esto que llamamos mundo. Tan tímida que quise esconderme antes de que el mundo me viera y no tuve otra grandiosa idea que la de pegarme la placenta a la cabeza... quien sabe lo mismo así no me verían. Provoqué mas de un susto pero al final todo salió bien, o al menos por el momento. Dicen las malas lenguas que ese día es el día que mas lloré de toda mi vida, y todos los allí presente estaban algo invadidos por el pánico. Y os preguntareis por qué, pues esa es otra historia que algún  día os contaré.
Mientras tanto yo seguía llorando a la par de mi familia que pensaban que sus ojeras iban a aumentar a medida que yo creciera, pero solo faltó un poco de alimento para mi estómago y el llanto se convirtió en un sueño largo y profundo. Mis padres eran aun más felices, solo era una falsa alarma.
Unas horas mas tarde el hospital entero estaba desorientado, la gente corría de aquí para allá, me despertaron de mi profundo sueño y vi pasar distintas caras de gente que no conocía, me miraban algo exhaustos y con cara de desesperación. De pronto una cara familiar apareció, era mi prima, me rescataba de un manto de llamas, se había incendiado toda maternidad.
En pocos minutos ya estábamos fuera del hospital camino de lo que sería mi casa por muchos años. Mi madre aún estaba cansada y dolorida pero me miraba con tal felicidad que no pareciera que le doliera nada. La verdad, creo que desde ese día, nunca me volvió a gustar la idea de ir a un hospital.
Por otra parte había cierto individuo de mi familia que al saber que yo sería una chica, me odió durante unos días, lo que no sabía era que sería uno de mis primos favoritos...
Aquí os dejo una foto mía con  mi hermana.